Este mes, la presente newsletter cumplió oficialmente un año y no tuve tiempo de conmemorarlo como me hubiese gustado. Sin embargo, no escondo un ápice de queja detrás de mis palabras. Celebré el aniversario en silencio, mientras observaba cómo comenzaba a desatarse el nudo que me tiene trabada hace un año.
Sí, queride lectore, me complace contarte que finalmente salieron mis papeles ingleses y el mes que viene ya puedo volver definitivamente a mi vida en Londres. Se terminó la temporada de salir del Reino Unido una vez cumplido el plazo que habilita mi pasaporte argentino; se acabó la época donde no sabía cuál sería mi hogar durante los meses venideros; ya no tendré que despedirme más de mi Inglés porque el gobierno nos obliga.
C’est fini. It’s over. Kaput. Cataplum. Viva la vida, viva yo.
A nivel racional tengo claro que me voy en tres semanas, pero el cuerpo aún no se ha hecho carne de esta realidad. Supongo que es normal después de tanto tiempo en pausa.
Algunes lectores seguro tendrán presente mi diatriba sobre la espera desesperada, pero conviene quizás refrescarles la memoria a quienes visitan mi publicación esporádicamente:
Este (largo) paréntesis llega a su fin. A medida que me desprendo de él, puedo sentir cómo me ha enseñado justo aquello que necesitaba aprender. De la mano de la paciencia y el desapego, estoy puliendo mi necesidad de control. Así empecé a domesticar mi ansiedad, aunque quizá sea más preciso decir que sencillamente acumulé más herramientas para afrontarla.
La cuestión es que todo este año en Substack trascurrió en quietud. Prioricé el descanso y así me encontré a mí misma. Apareció lo que siempre había estado ahí, aunque lo hubiese ignorado mucho tiempo.
La pregunta lógica, para los que amamos preguntarnos TODO, es qué sigue ahora. ¿Sobre qué escribiré? Y esta vez, a diferencia de septiembre de 2022, creo que lo tengo bastante claro.
Tengo planes concretos para el rumbo de esta newsletter, para nuevas propuestas, para salir al mundo con mis manos y hacer lo que más amo. También guardo espacio para todo lo impensado que traerá una ciudad cosmopolita y diversa como Londres. No puedo esperar a que mis sueños luzcan chiquitos y modestos en comparación a lo que podría ser, si me animase.
Y en esa estoy, querida persona que me acompaña desde su pantalla, ya sea hace doce meses o tan solo unos días. Sabrás que te agradezco personalmente la lectura atenta al final de cada edición, pero hoy especialmente deseo recalcarlo. Muches se han comunicado para expresarme sus buenos deseos en este proceso migratorio. A ustedes, gracias infinitas por su interés sincero. La compañía fue crucial. Siempre lo es.
Para corporizar mi nueva realidad, confeccioné una lista de actividades que deseo hacer en territorio inglés antes de que termine el año. Con un pie allá y uno en Argentina, cierro los ojos y me veo en mi nueva vida. Esa que empezó a asomar cuando regalé todas mis pertenencias para viajar viviendo, pero que se constituyó formalmente como idea en 2020, en medio de estas mismas cuatro paredes desde donde te estoy escribiendo. Ese fue el momento bisagra. Durante el periodo a.C. (antes del Covid-19), tuve otra cabeza y otras prioridades.
Hoy soy plenamente consciente de que arranca la segunda mitad de mi vida, desde cero. Me envalentona saber que cuando nada es seguro, todo es posible.
20 cosas para hacer en Londres antes de 2024
Sin ningún orden particular de relevancia, fecha u otro factor jerarquizante:
Abrazar largo y tendido al Inglés cuando me reciba en Heathrow, café y pucho en mano.
Armar un picnic para ver el atardecer en algún parque. Elegir el queso envuelto en virutas de ananá y almendras y, de postre, cerezas en hielo. Para beber, un vino argentino overpriced.
Maratonear capítulos de Come Dine with Me, tecito en mano. De snack, Hobnobs bañados en chocolate.
Cocinarle pastel de papas a mis amigues argentinos que me esperan.
Visitar mercados de pulgas para comprar vajilla antigua, manteles y copas. Comenzar a armar mi colección personal con piezas estrafalarias e inconexas. Mezclar estilos. Rendirme a lo que la oferta dicta. Revolver las mesas de saldos. Llevarme las piezas guachas, encontrarles compañeros inusitados.
Ver otro ballet en la Royal Opera House. En 2019 fui a la presentación de Manón y aluciné con todo: desde la arquitectura, la sala y el nivel de los bailarines, hasta el cheto cocktail que me tomé en el intervalo.
Comprarme botas de lluvia. No rendirme ante la tentación de llevarme otra clase de zapato, como ha ocurrido en numerosas ocasiones. Necesito botas de lluvia sí o sí.
Preparar un Sunday Roast con mi familia política. Ofrecerme para hacer un gravy como dios manda: con todos los juguitos de cocción y un buen roux.
Sacar muchas fotos a lo que mis ojos neófitos encuentran llamativo: al street art, a la gente, a la vida. Registrarlo todo, no para los demás sino para mí. Documentar en imágenes me permite apreciar el recorrido desde otra perspectiva.
Escribir en cafecitos, en plazas, en museos, en pubs. Escribir nómadamente como manera legítima de hacerme amiga de la ciudad.
Entregarme de nuevo a mis adorados sausage rolls, curries, chunky steak pies, fryups y fish and chips.
Elegir otro musical, buscar la entrada anticipada barata con tiempo y manijearme hasta que llegue la fecha.
Visitar una feria vintage para abastecerme de nuevas prendas invernales. Vislumbrar lo que puede ser el futuro de mi estilo, ahora que vivo en una ciudad donde a nadie le interesa lo que lleves puesto.
Establecer un recorrido de restaurantes chiquitos por mi barrio. Priorizar todas las gastronomías que desconozco. Pinnearlos en Google Maps. Compartirlo.
Conocer nuevos museos, chusmear los giftshops (de mis sitios preferidos para comprar regalitos originales), elegir láminas para enmarcar y colgar en nuestro nuevo hogar futuro.
Anotarme en un grupo de canto colectivo circular y animarme a soltar la voz en la meca de la música.
Encontrar mis puestos preferidos de frutas y verduras del mercado callejero de Lewisham. Comprar en el supermercado lo menos posible y priorizar pequeñas tiendas con productos regionales (muchos que desconozco y quiero aprender a usar). Probar la flor de banana, que me intriga después de leer el libro de Alicia Kennedy.
Asistir por lo menos a una charla con une autore que admire o a una presentación de libro.
Retomar las clases de flamenco, ya con mis zapatos oficiales con clavitos y tacón.
Divulgar gastronomía argentina en inglés, para completar la argentinización del globo que se está materializando con Messi.
¿Qué te gustaría proponerte encarar antes de que acabe el año?
Detesto esa sensación de que como ya estamos en septiembre, no vale la pena arrancar nada. Después llega diciembre y desde afuera suelen instarnos a evaluar cómo nos fue y a establecer metas para el año venidero.
El reloj es al tiempo lo que el matrimonio al amor: una convención encorsetadora. Hoy es un buen día para verbalizar qué es eso que te está dando vueltas por la cabeza.
Ponelo en palabras, ya sea en la hoja o charlando con un amigue. Decirlo en voz alta lo ordena, le traza bordes, lo caracteriza con mayor claridad en tu cabeza.
No creo, y no traten de convencerme, que “al pedirlo claramente, el universo lo manifiesta”. No. Lo que sí sé es que cuando nos encaminamos con claridad hacia nuestro deseo, ponemos en marcha los pasos concretos que necesitamos para cumplirlo.
QUERIDA MARIA !! QUE SE SUMPLAN TUS 20 DESEOS, Y MUCHOS MÀS !! QUE PUEDAS DISFRUTAR DE ESTA ETAPA DE NUEVAS RAICES, DE PROYECTOS CON OTROS, DE GOZAR DE LOGROS Y NUEVAS RELACIONES.!!! LA FELICIDAD SIEMPRE ES CON OTROS !!! ABRAZOS MILES
Felcitaciones! En 2024 arranco una maestría en la UBA 🫶🏻