¿Me gusta porque es fácil o es fácil porque me gusta?
Brownie de avellanas, chocolate y cristales de sal
Estoy aprendiendo a reconciliarme con la realidad: para encarar la pastelería no queda otra que medir-pesar-racionar-calcular.
Será por eso, tal vez, que históricamente no me interesó cocinar “dulce”. Será que no me divierte la estructura y precisión inherentes a esta práctica. La apatía ante la matemática me acompaña desde tiempos inmemoriales.
Si destaco mi experiencia escolar con las ciencias duras, no podría afirmar que sacara malas calificaciones. Para la clase de aritmética, me sentaba especialmente en la primera fila del aula. Cuando la profesora explicaba un tema nuevo, me dedicaba a tomar nota y prestar atención.
Ocurría que los números no me resultaban tan fáciles como la práctica creativa. Las cuentas no me salían orgánicamente, como todo lo vinculado a la música, los libros y el arte en general. Para entender la asignatura, debía concentrarme. Para aprobar, debía cumplir esmeradamente con la tarea.
Me pregunto qué factor determina la ecuación.
¿Me gusta el arte y por eso me puedo dedicar a él sin esfuerzo o, al contrario, el arte fluye en mí naturalmente y dicha facilidad provoca que me guste?
Los cálculos no me han interpelado al momento de elegir un camino profesional, pero quizá los habría comprendido a otro nivel si me los hubiesen explicado mediante recetas. En el cómo de la enseñanza se juega la internalización del conocimiento, ponderé en la última newsletter Desobediente.
Menú tras menú, busco la manera de amigarme con la pastelería y con las matemáticas.
Mi trabajo actual requiere que me aboque (también) a los postres. Al principio no me quedó otra opción, pero de a poco comienzo a disfrutarlo —es decir, a entenderlo. Procuro asesoramiento de amigues pasteleros y escucho atenta. Establezco qué partes de la receta puedo salpicar con mis ideas y cuáles no. Ante todo, conozco mis limitaciones y opero alrededor de ellas. Insisto con preparaciones simples y masas amables.
Del otro lado del paywall te espera el método para unos brownies de alto impacto sensitivo: lucen, huelen y saben fenomenal. Al tacto son húmedos y tiernos, mientras que los tropezones de avellana le suman textura y refuerzan el sabor anuezado de la masa. Los cristales de sal marina equilibran diligentemente lo empalagoso del Nutella. Un cuadrado pequeño del producto final es suficiente para satisfacer hasta los paladares más golosos.
Ante todo, viniendo de una pastelera amateur como yo, son REQUETE FÁCILES.