Me viene pasando que el material gastronómico mainstream me aburre. Incluso aquellos que al principio tenían una propuesta clara y distinta terminaron cayendo en “hacer lo que hacen todos” para generar visualizaciones. Es que los algoritmos tienen muy claro qué impulsar: el consumo, la uniformidad, el contenido rápido y fácil de escrollear.
Para mí la cocina es infinita y tanto más interesante que monocordes reels que te recomiendan donde salir a comer. No encuentro allí storytelling.
Sé que otra clase de historias existen, pero tengo claro que no funcionan en las plataformas donde se prioriza el contenido. A estos otros puntos de vista les falta clicbait para “pegarla” y fotos aspiracionales perfectas. Les falta marketing y saberse vender; ergo, no interesan.
Por eso desde esta publicación intento abrir una perspectiva distinta para abordar la comida. Creo que, desde su origen, Guarnición ofrece un mensaje claro: transformar la materia como puntapié para transformar el mundo. Abogo ―texto a texto― por volver a concebir la cocina como un espacio de resistencia ante la vorágine capitalista que convierte todo en mercancía descartable.
En línea con dicha búsqueda, decido ceder este espacio mensualmente a invitades que comuniquen sobre el acto de comer desde sus propias ópticas y distintos paradigmas. A partir de hoy, todos los meses encontrarás voces diversas que cuentan en primera persona su relación con lo que nos alimenta: ingredientes, ideas, maneras de vivir.
Si te gustaría participar, respondé directamente a esta newsletter via email y contame por dónde llevarías tu texto. No hace falta que seas cocinere ni escritor. Lo que busco es ampliar el concepto de escritura gastronómica y los temas que esta abarca.
¡Espero tu correo!
En la presente entrega inaugural te traigo a Victoria de Food by Vicky. Hace años que dedicamos incontables horas a conversar sobre lo que fue ocurriendo en redes con las reseñas gastronómicas, la falta de transparencia de los influencers y lo difícil que es moverse en el ambiente foodie porteño, rebosante de privilegios. Nuestros intercambios han decantado en artículos como el que te comparto a continuación, donde deduzco que gran parte del negocio de vender comida es, hoy día, vender más bien estilo de vida.
Hoy Vicky tiene una newsletter donde escribe largo y tendido sobre lo que sus sentidos experimentan, lo que a ELLA le interesa comer y por qué ciertos lugares merecen ser visitados. Su criterio sale del tradicional “voy porque garpa subirlo a IG” para abrirnos la puerta a sitios que, si no fuese por ella, desconoceríamos.
Recuerdo la edición de Tandil donde un lugareño le recomienda un almacén con los mejores sándwiches, o la de su experiencia en Europa cuya conclusión fue lo fabulosa que es la gastronomía en Argentina. Otra favorita fue la que discurre sobre la ley de etiquetado frontal, donde Vicky propone un innovador sistema que alerte ante foodfluencers mercernarios: “BAJO EN CREDIBILIDAD”, “CONTIENE CHAMUYO” o “EXCESO DE INTERES EN COMER GRATIS”.
La onda de onda
Texto: Food by Vicky
Edición: comer.viajar.hablar (es decir, yo).
Ya lo predijo el Abuelo Simpson:
«Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que traigo no es onda. Y la onda de onda me parece muy mala onda. ¡Y te va a pasar a ti!».
Pareciera que la cocina “con pincitas” (como dice Francis en uno de sus videos, mientras sirve un suculento pastel de papas) se dejó de lado un rato. Le abrimos paso nuevamente a aquellos clásicos que en los años 80 y 90 supieron llenar nuestras barrigas y deleitar nuestros paladares, tanto en los bodegones de barrio como en las casas de nuestras madres y abuelas.
Me tomé unas mini vacaciones de 4 días en la ciudad de Córdoba, donde la gastronomía está en auge y es de lo más variada. Los cafés de especialidad abundan, la oferta nocturna es una de las mejores y podemos encontrar desde un Pad Thai perfectamente ejecutado hasta un Pollo Tandoori.
Una de las noches fui a cenar a Roxy Demodé, restaurante en pleno barrio Güemes. En diciembre cumple sus primeros dos años reivindicando aquello “pasado de moda”.
Al entrar, la música ambiente acompaña:
“¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche…”, canta Raphael de fondo.
La barra, con una especie de araña retro alargada que cuelga del medio y emite luz tenue, invita a tomarse unos tragos antes o después de la cena.
Nos traen una panera que se compone de pancitos caseros, grisines y manteca en rulitos. Nos la devoramos mientras esperamos el lomo Wellington y el pollo al champiñón con papas noisette.
Destaco el hojaldre perfecto del lomo que, a pesar de estar cocido y no jugoso como me hubiera gustado, mantuvo los jugos que se mezclaron con el duxelle de hongos. Y un puré de papas cremoso, sedoso y con buena presencia de nuez moscada.
El pollo no tuvo objeción alguna. Sencillamente delicioso, bien condimentado, para terminar de comerlo con ambas manos.
Llegamos llenos al postre, pero la isla flotante, el flan mixto y la copa Melba son algunas de las opciones que se pueden pedir.
Otros clásicos a probar en Roxy son el cóctel de camarones, la ternera al roquefort y el bife de chorizo a caballo.
Abre todos los días solo por la noche, con horario extendido hasta las 3 de la mañana. Un imperdible cordobés con identidad federal.
Hasta aquí, GUARNICIÓN vol 9
La newsletter de gastronomía que te invita a transformar la materia como puntapié para transformar el mundo.
Gracias por leer, recomendar, difundir y apoyar este espacio. Juntes seguiremos expandiendo nuevas perspectivas para pensar la comida y la cocina.
Te aplaudo por abrir las pista "de baile" a varias personas y enriquecernos con otros puntos de vista (aunque me encanta el tuyo😉).
Y ya que estoy aquí...quizá pueda aportar mi granito de arena. Me encantaría compartir (escribir) sobre la importancia e influencia de los ambientes y el "vibe" a la hora de disfrutar de nuestra comida. Lo hablamos por privado, si es algo que te resuena...
Te abrazo!