Me fascina el modo en que funcionan los recuerdos. De la nada, algo. Del pasado, presente. Del olvido, al cuerpo. ¿Te pasó alguna vez?
Si bien no hay manera de anticipar qué va a aparecer, podemos desarrollar herramientas concretas para volver a pasar por el corazón (que es la cabeza, en realidad) experiencias significativas anteriores. Y aclaro “significativas”, pero no entiendo bien tampoco por qué el cerebro conserva ciertas situaciones y cierra la puerta para siempre a otras.
De los recuerdos que nos agrada traer al hoy se han escrito innumerables páginas. ¿Quién renegaría de revivir lo bello? Acaso constituye -claramente- la búsqueda última del ser humano: placer, felicidad, completud. Freud lo llamaba Pulsión de Vida: aquello que nos conecta con el deseo, con el hacer, con la satisfacción.
El padre del Psicoanálisis acuñó simultáneamente otro término, sin embargo, para definir la contracara de este fenómeno. Nos debatimos entre un binarismo que nos obliga a oscilar entre la preservación y la destrucción. La Pulsión de Muerte es aquello que nos lleva a buscar el dolor, a releer la carta de ese ex que nos dejó, a escuchar esa canción triste que nos recuerda a esa persona que ya no está.
Otro de los modos en los que evidenciamos nuestra latente pulsión de Muerte es la repetición del trauma: exponernos una y otra vez a la misma dinámica, en distintas situaciones que ELEGIMOS. Normalizar en algún momento un comportamiento disfuncional y cargarlo ad infinitum en cada interacción humana, por mucho mal que haga.
Buscamos el dolor activamente e ignoramos por qué. Como espectadores nos resignamos a repetir ciclos infinitos, sin saber que podemos tener la llave para explorarlos, entenderlos y -quizá- hasta despojarlos de su atractivo.
Hoy le decía a una amiga que por mucho que nos pique la tristeza, es indudable que los periodos de mayor crecimiento aparecieron luego de cruzar el bosque de espinas. Los tiempos felices no dejan mucho; los momentos de mierda son los que te hacen ser quien sos, recalqué. Desde este nuevo enfoque, intento no negar el dolor sino ahondar en la información que quiere transmitirme, aunque me rehúse a prestarle atención. Ignorar el porqué real me priva de una oportunidad única: descubrir a dónde señala mi emoción.
Es un laburito, advierto.
Primero, la siento en el cuerpo. A veces en la cabeza, otras en la panza, otras en la garganta. Después identifico qué emociones aparecen: furia, miedo, tristeza. En realidad no son tantas. Cuando las desmenuzo, en la base suele yacer alguna de estas tres. Entonces traigo la atención a mis pensamientos que, para sorpresa de nadie, también son repetitivos. Pasados 20 minutos, la sensación incómoda en el cuerpo desciende considerablemente. Ahí puedo detenerme a analizar lo que apareció y alinearme con la versión de mí que quiero ser.
¿Qué haría la Luján más evolucionada en este caso?
Y ahí aparecen la compasión, la madurez, el raciocinio. A veces me lleva unas horas; a veces el proceso dura semanas. No siempre arribo a conclusiones concretas, pero sí doy fe de que mejoro con cada momento de introspección. Sigue siendo desagradable, pero salgo del fatalismo cada vez más fácilmente. El precio que se paga para aprender a gestionar las emociones resulta enorme, pero no caro. Solo es cuestión de saltar al vacío del sentir.
Esta es otra de esas newsletters donde escribo lo que necesito oír. Un autorecordatorio. Una afirmación de principios. Lo que me digo a mí misma.
Tampoco creo que haya un nivel de iluminación al cual aspirar. Nada me espera allá afuera que NO estoy alcanzando. Lograrlo es hacerlo. En el esfuerzo está la ganancia. En atravesarlo y usarlo, como pueda, a mi favor.
De duelar, y de otras cosas, hablé en el podcast de Titín la semana pasada. Fue la primera vez que hablé de Raíces ante una audiencia que no me conoce :) Me sentí cómoda y muy cuidada por la anfitriona, de quien hace tiempo soy fan. ¡De eso también conversamos! Ojalá te guste.
Estoy preparando un ritual para conmemorar el tercer aniversario de la muerte de Mamá. Me gusta usar la palabra concreta, Muerte, a propósito. Sé que incomoda. Sé que es tabú. Sin embargo, mejor que nos vayamos amigando (te lo digo por experiencia).
Rolón contó en la radio que existen tres manera de pensar la muerte.
En Tercera Persona es la muerte de los otros; esa que te pasa de lejos como cuando ves un coche fúnebre de un desconocido. En Segunda Persona, es aquella que te atraviesa, la de un ser querido, la que te sacude el mundo. Por último, la muerte en Primera Persona: de esta sí que nada sabemos, pues nadie puede garantizar un paraíso, la Reencarnación o el Más Allá. Nadie puede contarnos de qué se trata.
Admiro a los que creen; me parece que entendieron algo que yo no. En algún sentido envidio que encuentren sosiego en rezar, o en confiar en que el ser amade los espera del otro lado, en el Cielo. En la Eternidad.
Son ideas embriagadoras para alguien aún tan terrenal. Mi religión son mis amigues, mi red. No me sorprende a esta altura que me ayuden a llevar a la realidad mi visión del ritual, desde su conocimiento, desde todo lo que son y lo que tienen para dar. Entienden tácitamente que necesito hacerlo así, muy íntimo. Saben que estarán ahí conmigo, aunque físicamente no estén. Me sostienen de distintas maneras, todas indispensables.
Me conformo con diseñar mi propia celebración a medida; una conmemoración que no tendrá sentido más que para mí. La forma en que traigo a Mamá al presente involucra comida indefectiblemente; era nuestro idioma especial. Cocinar me permite conectar con todo lo lindo que aún tenemos.
Menú Picnic Celebratorio para SUSI
Pebete Maryland. La versión transportable de uno de sus platos preferidos. Tanto le gustaba la combinación que solía prepararse a menudo solo la milanesa de pollo con crema de choclo, para no entrar en tanto despliegue. En un pebete tiernísimo de Fuerza Madre, dispondré una base de alioli, milanesa de pollo rellena de banana, panceta crocante, crema de choclo y papas paille. Salen envueltos en papel manteca para cortarlos al medio y compartir.
Con el ligue sobrante de las milanesas, prepararé sus clásicos Muffins de Verdura Cualquiera. Cada vez que le quedaba huevo batido, lo mezclaba con queso, harina, aceite de oliva y la verdura que tuviese en el cajón de la heladera. Queso, cualquiera; vegetal; el que esté más próximo a espichar. Cantidades, a ojo. Estas pequeñas delicias en formato bocadito jamás tenían dos veces el mismo gusto, convirtiendo cada tanda en una performance irrepetible.
Para el final dulce, prepararé su Torta CBN, marca registrada. Recuerdo la vez que le pregunté de dónde había sacado la receta y me dijo que era una variación de una base muy clásica, pero que los ingredientes del relleno eran pura idea suya. Se le ocurrió ponerle tres cosas que le encantaba comer juntas: chocolate amargo, dulce de batata y nuez.
Completaré con algunas frutas para refrescar, pero no mucho más. Una botella de algo rico y el mar de fondo.
Allí tiramos sus cenizas. El aniversario de su muerte es el único día donde cada año arrojo flores a la inmensidad. Imagino que alguna llega al fondo del océano donde comparte un átomo con Ella.
Le llega. Sabe de algún modo.
Me acompaña mientras escribo. Guía la coherencia del menú. Lo critica, sugiere desde mis adentros. Se hace corpórea en mis manos, como una titiritera que controla a su muñeca. Está acá y más presente que nunca.
Ahora que puedo admitir esta nueva presencia en ausencia,
ahora que me banco el dolor porque sé que me regala esta gestión emocional,
ahora que puedo nombrarla otra vez:
no puedo esperar a que la leas.
Mis recetas y mi enfoque son, de algún modo, Ella: el motor detrás de la búsqueda.
Por supuesto que quiero que se sienta orgullosa de mí. Por supuesto que pondré todo mi esmero en el Evento, como ella hizo siempre por todos.
El ritual conmemora el legado.
Hasta aquí, GUARNICIÓN vol 6
La newsletter de gastronomía que te invita a transformar la materia como puntapié para transformar el mundo.
Gracias por leer, recomendar, difundir y apoyar este espacio. Juntes seguiremos expandiendo nuevas perspectivas para pensar la comida y la cocina.
Siempre espero tus textos con ansias porque me encanta leerlos❤️ acá una estudiante de psicología y en formación psicoanalítica y explicaste algo tan pero tan complejo de manera simple e implacable. Algo que no puedo hacer nunca porque me enredo en las complejidades 😂 y demostraste algo, quizás sin quererlo, pero para mi crucial y lo más hermoso de esa teoría: el psicoanálisis como algo más allá una formación académica y profesional, un estilo de vida, una manera de ver el mundo y nuestro interior❤️ Lu que linda pulsion de vida que tenes, que frescos son tus deseos y tu angustia que te lleva a armar senderos vitales, fuertes y hermosos como lo es tu escritura❤️ al padre del psicoanálisis, le agregó un genio que se llama Lacan que habla del goce. De ese exceso pegajoso, peligro y casi sin límites. Que valiente y cuánto recorrido interno tenes para saber y reconocer por donde no hay que ir❤️
Que lindo el ritual que le haces a tu mamá❤️ al fin y al cabo, ellas siempre han cocinado para nosotros. Un acto de amor totalmente inmenso ❤️
Te abrazo, te admiro ❤️
qué talentosa eres