Escribir esta newsletter se está convirtiendo en mi momento favorito de la semana. Me atrapa mucho la libertad de poder traer lo que se me antoje, de elegir el formato que mejor me sirva para expresarme. No estar supeditada a formas fijas diluye el miedo a la página en blanco. No genera ansiedad como sentía en la facultad antes de tener que presentar un ensayo. No le temo. En realidad se parece más a la emoción de une niñe cuando le entregan una cartulina en blanco y un set completo de pinturitas: fibras, fibrones, lápices de colores, tijeras, papel glasé, punzón, reglas con formas, témpera, acuarela, etc. No sé si estas cajas se siguen vendiendo en la actualidad, pero eran muy populares en los noventas, grandiosa década que enmarcó mi infancia. Lo mejor de esos kits era la diversidad de obras que podías crear, la variedad, la libertad de elegir. Lo mejor de este espacio es que me lees vos, sin prejuicios, y me das la oportunidad de compartirte mis pinturitas, que no son otra cosa que las experiencias que fui transitando y las creencias que fui desarmando, pero ordenadas prolijamente y dispuestas de tal manera que vos también puedas seleccionar cuándo y cómo acercarte a ellas, a tu tiempo, sin apuro.
Si escuchaste el podcast del domingo pasado, sabés que mi invitada fue Sol y que hablamos mucho de literatura, cine y música. También entendés por qué guardo esta dedicatoria:
Si no lo escuchaste aún, te lo dejo en este enlace. Sol nos compartió historias (en forma de canciones, series, películas, libros) que la conmueven y constituyen. Al momento de lanzar el podcast, fue incluso más allá y generosamente agregó dos obras que considera de cabecera, un libro y una peli. Si haces clic en los siguientes enlaces vas a escuchar dos audios de Whatsapp donde ella misma te las explica.
📖 Agua viva de Clarice Lispector:
Lo poco que sé de Clarice, siempre fue a través de Sol. Entiendo lo que la enamora y atrapa de sus textos. Y también me pasa un poco que si leo Lispector la veo a Sol, porque fue ella quien me presentó la obra. Creo que es un fenómeno que se propaga a otras situaciones. Aquel que te inicia en un universo que te atrapa queda de alguna manera unido a ese arte para siempre, aunque no esté presente per se. Yo leo Lispector y pienso en Sol. Yo miro Star Wars y pienso en mi hermano. Yo paso una mañana entera cocinando y pienso en mamá.
🎥 Like Crazy de Drake Doremus, en palabras de Sol:
A Drake Doremus llegué por un ex, que es cineasta. Así le gustaría que lo defina -supongo- aunque en realidad no lo sé porque, aunque todo terminó muy bien entre nosotros, no hablamos. Nunca quedé de amiga de un ex, que no es lo mismo que decir que quedamos enemistados. Ni amigos ni nada; respeto y cada une a la suya. Pero si tengo que ser honesta, solo llegué a Like Crazy por él.
Ví Like Crazy con un ex y la viví con mi compañero actual. Bueno, no entera pero gran parte. Enamorarte de alguien que vive a miles de kilómetros naturalmente trae complicaciones, dolor y decisiones difíciles, pero también sabemos todos que uno no elige de quién se enamora. Y eso hace tan humanos a los personajes del film.
Si la agencia de Migraciones se comporta de modo intransigente con los protagonistas de la peli (blancos, profesionales, de USA y UK), imagínense cómo actúan frente a una mujer latinoamericana con pasaporte argentino. La realidad es que viajo necesariamente por etapas porque no puedo quedarme legalmente más tiempo que lo que indica el país que me recibe. Por eso quizá cuando la protagonista de Like Crazy decide “hacer las cosas mal” sencillamente no toma consciencia de lo duro que puede ser el control migratorio de USA. Como latina, cuando vi esa escena inmediatemente grité para mis adentros: “¡No! ¡Esto va a terminal mal!”. Y no me equivocaba. Por supuesto que hay pasaportes que la tienen incluso más complicada, como el colombiano. Lo aprendí de mi amiga Vale, oriunda de esas tierras, a quien conocí en Estambul. Después de Turquía debía seguir camino a Chipre. Me llamó desde un cuarto sin ventanas allí. Lloraba y me explicaba que no la iban a dejar ingresar porque había estado viajando por Europa, saltando de país en país, y eso era “sospechoso”. Yo conocía su historia: había trabajado en el restaurante de su tía en Italia para ahorrar durante 3 meses, los que legalmente podía quedarse. Con el dinero recaudado había salido al mundo a mochilear y así coincidimos en un hostel de mala muerte, donde ambas compartimos una habitación de solo mujeres. El relato no pareció importarle a los agentes que la detuvieron. La mandaron de regreso.
Creo que a la protagonista de Like Crazy nunca se le cruza por la cabeza que en Migraciones suceden cosas así. Imagino que hasta el conflicto de la peli, como inglesa había viajado libremente con su pasaporte primermundista. El privilegio le nubla la razón y por eso decide algo que, a los ojos de cualquier viajera latina, es una locura.
Conversando con Juani sobre cómo estructurar la newsletter de hoy, le comenté los paralelismos que encuentro entre la peli y mi propia historia y mis consiguientes ganas de explorarlo literariamente. Recibí al rato un audio donde me planteó:
“Pensaba en todas las cosas que podríamos haber hecho distinto. ¿En cuántas líneas temporales nuestro destino seguiría siendo el de hoy? Como el Efecto Mariposa. Da miedo pensar que si no hacia X, Y nunca pasaba. Jugá con los mundos donde algo se podría haber dado distinto”.
Les recomiendo conectarse con artistas para disparar la creatividad. Es algo que estoy priorizando en este 2022 y viene dando resultados fabulosos. Inmediatamente, el audio de Juani me llevó a recordar ciertos libros que amaba leer, heredados de mi hermano.
Hablo de los ELIGE TU PROPIA AVENTURA.
Específicamente este de acá arriba es uno de los primeros que recuerdo haber leído. Era lo suficientemente chiquita como para que el hombre verde siniestro de nariz puntuda me diese miedo. Lo recuerdo. Recuerdo que algunos finales también me daban miedo pero era mayor mi curiosidad. El género de la saga rondaba el policial, la ciencia ficción y el terror. La versión de Elige tu propia aventura que me atrevo a esbozar a continuación se asemeja más al folletín. No se me ocurre aún ningún nombre y me resulta lógico, porque ni siquiera sé muy bien qué voy a terminar contando. Solo sé que llegué donde estoy por un sinfin de caminos no tomados, renuncias y pérdidas. Pero no tengo deseo de hablar de lo que perdí, sino de lo que sí elegí. Y como dijo Magui en este podcast, esta historia no tiene final porque es la vida misma y la estoy escribiendo.
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I.
¿Cómo no volver a Londres antes de continuar tu viaje por Europa? Tu prima te espera para mostrarte la ciudad con más profundidad. La visitaste hace aproximadamente doce meses y te encantó, aunque el frío te caló los huesos demasiado profundo para no notarlo, por mucho que brillen las luces doradas y rojas de Chinatown, entre charquitos y personajes pintorescos. Lo encantador no le quita lo punzante.
Vuelves ahora en septiembre y el clima es más amable. Incluso caminas por el Tower Bridge en remera. “Es el Indian Summer”, te explican, una semana azarosa en septiembre donde hace un calor inusitado. Y justo cuando regresa el frío después de esos días de tregua es que notas que sí, que el otoño oficialmente llegó. Y hace frío y Londres es hostil. Buscas calor, otres. Haces planes con L y te bajas una app de citas, no importa cuál. Matcheas bien. “Bien” significa que sales con hombres distintos pero todos respetuosos. No hay ghosteo. Percibes menos histeria pero piensas si no será suerte de principiante. De repente una cara en el límite de edad de tu configuración de matches te llama la atención. “Uy, me encanta su onda”, piensas brevemente. Pero te interrumpes a ti misma: “pero es muy joven, no da”. Te intrigan esos ojos rasgados y esos dos lunares simétricos sobre el párpado derecho. Al mismo tiempo, es joven muy joven y, si bien nadie cuestiona a los hombres grandes que salen con muchachitas de veinticortos, las mujeres de más de 35 que hacen lo mismo siempre levantan algún comentario incómodo. Es una doble vara que aún no se ha deconstruido por mucho que te gustaría, y debes lidiar con la posibilidad de que te critiquen.
Si te pesa más el qué dirán y que la diferencia de edad sea notoria y te sientas incómoda, deslizá a la izquierda.
Si te da intriga saber si ese perfil de Tinder se sostiene con ingenio y humor en la vida real, deslizá a la derecha.
Deslizaste a la derecha 💚
Llega el alivio del match inmediato. Querés conocer a este inglés de mirada profunda, algo triste, pero sin dudas atrapante. ¿Qué importa que sea más joven? Vas a conocerlo, no a enamorarte. Relajás. Hablan un poquito y no te acosa, así que accedes a pasarle tu WhatsApp. Hablan poquito, según él, porque no usa mucho el teléfono ni tiene redes sociales. Te parece raro, a su edad la mayoría casi que vive exclusivamente online. Las conversaciones esporádicas siguen mientras te dedicas a disfrutar de la ciudad con L. Se mueve como una local y eso te da fe: hasta las ciudades más hostiles se ablandan de a poco. L lleva una listita de todos los pubs con chimenea, sabe que uno de los mejores puntos panorámicos de la ciudad es el café de un museo y tiene claro dónde comprar más baratos los quesos. Te dan ganas de tener una heladera así, donde cualquier día cualquiera te abras un brie, o un cheddar maduro. Por lo pronto, te conformas con disfrutarlo transitoriamente en ese hermoso departamento emplazado donde originalmente estaba el Shakepeare’s Globe. Esa noche, L propone mirar una peli en el proyector y pedir comida india. Aceptas antes de que siquiera termine la propuesta. Se acuestan en el sillón a ver la peli las 3, con la gata de L, que se termina distrayendo por el mouse en la pared y ofrece un espectaculo gratuito graciosísimo. En eso, suena tu teléfono. Una notificación de WhatsApp. Es el chico de Tinder, que como es pésimo texteando casi había desaparecido de tu radar. Te pregunta cómo te trata la ciudad. A modo de respuesta, le envías una foto de tu aquí y ahora:
Te responde algo amable pero un poco impertinente. Te desconcierta pero te intriga. Entonces te pregunta si tenes planes para los próximos días. La realidad es que sí, tenes. Pero quizás puedas hacerte el tiempo después de alguna de tus procesiones diurnas recorriendo la ciudad. Tener al inglés en línea es un suplicio, pero cuando logran conversar un ratito te sientes cómoda, suelta, tranquila. No sabes qué pensar.
Si te cansaste de que la conversación por WhatsApp sea tan esporádica y preferís patearlo un poco más, respondés a)
Si ya estás intrigada y querés saber si va a haber invitación concreta, respondes b)
(… continuará)
¡Gracias por leerme un vez más! Espero que te sientas tan cómoda recibiendo mis correos como me siento yo escribiéndolos. Tus comentarios, respuestas y mensajes son cruciales para este espacio (¡y especialmente para el folletín!). Si querés apoyar mi trabajo, podés compartir esta columna, el podcast o comer.viajar.hablar como publicación. Vos sabés a quién le podría interesar ser parte de esta comunidad
¡Nos vemos el domingo que viene con otra entrega de mi podcast!
Abrazo,
Lu.-
Todavía estan en casa unos 15 ejemplares de "Elige tu propia aventura" que les a los 8/9 años.... el primero que me fascinó fue "Tu nombre en clave es Jonas"...
Como amaba los libros de Elige tu propia aventura!!!! Tuve varios pero mi favorito fue “El Misterio de la casa de piedra” me daba mucho miedo la vieja peruda y escualida de la tapa