Adormecidas por el consumo
La guerra contra la igualdad en nombre de la libertad
Ahora esta publicación ofrece una comunidad privada llamada Desobedientes, donde vuelco mis textos sin filtro más vulnerables. Un territorio especialmente diseñado para aquellas personas a las que el mundo, tal cual está, les pica; espíritus que no solo no temen ir hacia la incomodidad, sino que lo buscan activamente.
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Tenía escrita hace semanas la primera newsletter para mi comunidad de lectores más fieles. Sin embargo, los acontecimientos precipitados desde el domingo 19 de noviembre, día de ballotage para decidir presidente en Argentina, me obligaron a rever mis palabras. No porque lo que haya escrito antes ya “no aplique”, sino porque otras expresiones se volvieron más urgentes.
Es válido aclarar que todo lo que leas acá no será un artículo de opinión sobre las Elecciones como el de un Analista en un diario. También deseo resaltar que no soy peronista ni libertaria. Soy socialista, feminista y abiertamente anticapitalista.
Hace alrededor de un mes me postulé para fiscalizar desde Londres para UxP. Ratifiqué mi decisión cuando comenzó a caldearse el ambiente y LLA comenzó a agitar la idea de posible fraude. No me importó el signo político cuando lo que se jugaba en las urnas era frenar el implacable avance de la ultraderecha autoritaria. Las cosas, por su nombre.
El pasado domingo recibí los DNI de más de 300 argentinos que votaron en la mesa 130, la que me tocó. Algunes me regalaron bizcochitos 9 de Oro y masitas secas. Por mi parte, llevé chipá casero para convidarle a las demás autoridades de mesa, incluido el único libertario que supervisó los comicios (vs. los 9 fiscales de UxP).
Presencié bien temprano una discusión a los gritos entre el libertario y una votante, que se identificó como representante de JxC. La mujer explicó que su intención había sido fiscalizar, pero aparentemente LLA no le había gestionado el permiso. El señor le hizo frente (en voz altísima) aduciendo que no había sido su culpa, sino que los militantes de JxC se habían negado a entregarle sus números de DNI para gestionar las credenciales.
Falta de confianza mutua, pensé.
Sonreí ante cada persona que se presentó a votar, con la intención expresa de no pretender adivinar a quién apoyarían. A les niñes que acompañaban a sus mapadres les regalé galletitas de las que nos traían los votantes. También los felicité por aprender sobre cómo se ejerce la democracia. Algunes electores se sacaron fotos con la urna, otres con nosotres detrás de la mesa.
Recibimos los resultados del ballotage en Londres mucho antes de que cerrasen los comicios en Argentina: 429 votos para UxP, 821 para LLA, 13 en blanco, 11 nulos (increíble, solo tenían que marcar con una cruz una boleta única con dos nombres).
Empezó entonces oficialmente mi angustia, que solo continuó en las horas venideras cuando finalmente vi a Sergio Massa admitiendo la derrota. Matías Colombatti argumentó más tarde: “No hay gobierno que empobrezca al pueblo que gane las elecciones”. La historia lo demuestra (si es que la historia sigue importándole a alguien, claro).
El problema es que el modelo libertario-liberal no tiene nada de novedoso. Es un Frankestein aberrante entre todo lo peor de la historia argentina y los hits que la están pegando fuerte en el mundo: fake news, censura, negacionismo climático, antifeminismo, extremismo religioso, supremacía blanca y aniquilación del otro como método aceptable para “hacer que el país vuelva a ser grandioso”.
Las características del presidente argentino electo, vale la pena recalcar, parecen salidas de un sketch de Capusotto. Probablemente nos causarían risa si no fuese porque ahora nuestro Trump de segunda selección decide el destino del país. Millones votaron a un violento que hasta hace 4 años era panelista y se disfrazaba de superhéroe; un hombre con evidentes problemas de salud mental que le consulta a su perro clonado qué políticas llevar adelante; un perverso que usa metáforas sexuales para “comunicar” y sube fotos de sus sábanas revueltas y empapadas.
Nada de esto le importó a un país desesperado.
Con justificaciones de lo más variopintas, el candidato de extrema derecha ganó con más del 55% de los votos.
«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos» (Antonio Gramsci)
Lo que sucedió a continuación fue una catarata de sentimientos difíciles de catalogar. Quedarse sin palabras resulta inaudito para una persona que se dedica a escribir; sin embargo, sé que no soy la única. Encontrar belleza en el caos es virtud, pero para lograrlo primero debemos permitirnos sentir el cimbronazo. Estamos en shock.
El golpe es mucho más profundo de lo que habíamos anticipado.
Es saber que varios miembros de nuestra familia y amigues votaron a la opción que amenaza la convivencia democrática. Es saber que no sienten ni entienden nuestro miedo. Es percatarnos de que largo tiempo fuimos libres de opinar sin temor a represalias, pero ahora la violencia se avala desde arriba y lo sentimos en el cuerpo. Es darnos cuenta de que la agresión que recibimos no va a extinguirse, sino que deberemos fortalecernos nosotres. Es comprender ―horrorizades― que existe un grupo de libertarios con quien el diálogo no es posible porque estamos presenciando otra cosa. En palabras de Lala Pasquinelli:
“Asistimos a la espectacularización y legitimación de la crueldad como metodología de ejercicio del poder político desde el propio Estado, legitimado por la mayor parte de la población”.
Sé que hay muchas personas que votaron con esperanza y les deseo lo mejor. Ojalá me equivoque en cada preocupación que vierto en este espacio. Ojalá tenga que pedir disculpas públicas por mis declaraciones. Nada me haría más feliz. Solo deseo que a nuestro país le vaya bien. Solo deseo que sus esperanzas de “cAmBiO” no se hagan añicos. Solo deseo prosperidad para todes les argentines, y eso desde ya también incluye a los que no comparten mi ideología.
Ocurre que, sencillamente, no veo que la salida del 140 % de pobreza sea por derecha.
El autoritarismo avanza y los niveles de tolerancia a la crueldad crecen en el mundo entero, en este instante. Vemos la represión a las comunidades originarias en Jujuy y luego seguimos escrolleando en busca de un tutorial de maquillaje. Asistimos indirectamente a un genocidio en tiempo real en Gaza y los medios ni siquiera le dedican un párrafo. Diez países y territorios se inundan consecutivamente en un plazo de 12 días y votamos a quien afirma que el cambio climático es un invento marxista.
Estamos adormecides por el consumo. Desde redes sociales observamos pasivamente la destrucción de todo lo humano.
Si elegís invertir en estas conversaciones, te invito a ajustar tu suscripción de gratuita a paga. Del otro lado del paywall no temo que libertarios me ataquen violentamente como me ocurre en redes.