Una especie de diario íntimo que se escribe con la consciencia de que no permanecerá oculto debajo de la almohada. Un collage de experiencias aleatorias en un destino determinado, desde mi óptica.
El registro propio de lo mundano. Una manera de contar y recordar.
Origen: Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina.
Destino: San Clemente, Orange County, California, EE. UU.
Domingo 8 de octubre, 2023
Salgo rumbo al aeropuerto sintiéndome tranquila. Todes me preguntaron la noche anterior, en mi despedida, si me sentía ansiosa o nerviosa y cada vez respondí que no, que se siente natural, que ya es hora. Espero el autobús que me llevará a Ezeiza tomando un café con amigues y con mis tíos. Ya ni ganas de comer medialunas me quedan; durante todos estos meses en Argentina me he sacado las ganas de disfrutar cada delicatessen patria que extrañaba. Ya en la ruta hacia Buenos Aires, descubro que mi compañero de asiento me conoce porque trabaja en el teatro Auditorium, donde toqué con mi dúo (creo que nunca escribí acá sobre ese proyecto, pero quedará para otra news). Viaja con su familia y me ofrecen mates y una animada conversación sobre gastronomía guaraní. La comida es el idioma que hablo con quien se me cruce. Me facilita la comunicación con el otre ya sea en Mardel, Londres o Corea. Hay algo de mi pasión sobre el tema que se percibe inmediatamente. Esa autenticidad nos acerca.
El vuelo a California es largo. Primero tengo que pasar por Dallas. No logro dormir bien en el avión porque justo me toca alguien que ronca en la fila contigua. Protesto con mi vecina de asiento, explicándole que soy hipersensible al ronquido. Ella también es traductora y viaja por amor; nos sorprenden las coincidencias. Concordamos también en que la comida de American Airlines es paupérrima. Su pollo está incomible, al igual que mis mostacholes con salsa blanca y morrones. Me lleno con galletitas con queso untable y el brownie de postre, que sí estaba rico.
Lunes 9 de octubre, 2023
Cuando piso suelo estadounidense me arrebata la felicidad de saber que pronto abrazaré a mi familia. Siento su proximidad en la piel aunque aún me queden 3h de vuelo por delante, de Texas a California.
Llego a LAX y procedo a cambiarme en el baño del aeropuerto. Para entonces ya llevo más de un día en tránsito y lo puedo sentir en el cuerpo: el cansancio, la transpiración, el dolor en la rodilla izquierda. Todo malestar se me quita cuando Luisa me abraza desde atrás y escucho su voz cascada. Nos subimos al auto para emprender el regreso. Queda otra hora en la autopista hasta llegar a San Clemente, pero tenemos hambre. Las opciones cercanas a las salidas de la ruta no son las mejores, pero Chipotle nos saca del paso. Se trata de una cadena de comida mexicana adaptada al paladar yanqui, donde elegís qué querés en tu plato, similar al armado de los sándwiches de Subway donde vas sumando ingredienres por estaciones. Pedimos dos bowls para los 4 y recuerdo en voz alta lo enormes que son las porciones en este país. De base, arroz con cilantro, frijoles (pintos y negros), queso en hebras, pico de gallo, sour cream, lechuga, cebolla. De proteína, uno con carnitas y otro con carne asada. Complementamos con guacamole y salsa verde. Devoramos rápido y yo explico que tengo tanto hambre porque casi no toqué la comida del vuelo.
Llegamos a casa casi de noche. Me gusta decirle “casa” a lo de mi hermano, aunque ya no viva acá.
Martes 10 de octubre, 2023
Me desenvuelvo en este espacio con la soltura de haberlo habitado durante meses. Sé cómo cargar el lavavajilla y dónde guardar todo cuando ya está limpio. Sé qué qué disfrutan comer al mediodía y qué a la noche. Sé los ritmos de la casa y sus horarios.
Después de llevar a Luisa a la escuela, levantamos un cafecito en Bear Coast y lo vamos a tomar frente al mar. Luego toca hacer la compra, pero mi hermano me aclara que no tenemos mucho tiempo porque tiene que trabajar. El comentario resulta pertinente porque sabe que puedo pasarme horas inspeccionando las góndolas. Me embelesa la diversidad de materia prima pero me espantan los precios: 7 dólares una caja grande de arándanos. Siete dólares.
Al mediodía preparo un bowl con quinoa tricolor, zucchini al limón, berenjena china glaseada, choclo quemado, cherries de colores, verdeo, huevo y eneldo. El aderezo (tahini, agua, ajo y limón) unifica todo. Para la noche, aprovecho que es temporada de zapallos y preparo un pastel de humita, de inspiración argento-norteña. La base es una humita cremosa con mucha cebolla y ajo, con pollo deshebrado. Arriba, un puré de cabutia al horno condimentado con miel y chipotle. Antes de gratinar en el horno, espolvoreo con pan rallado y parmesano. El bocado es dulce, picante y un toque crocante. Lo comemos casi entero.
Miércoles 11 de octubre, 2023
Este año California atraviesa un clima extraño. Históricamente esta es la tierra del sol cálido permanente y las olas perfectas. El verano se está yendo y las inclemencias meteorológicas mantuvieron a quienes residen aquí bastante alejados de las playas, al menos para lo que están acostumbrados. Me levanto y el cielo está cubierto, pero recuerdo que al mediodía es factible que las nubes se disuelvan. Así ocurrió ayer, por lo menos.
Compro unos bagels everything, es decir, los que arriba tienen semillas de sésamo, de amapola, cebolla y ajo en polvo, y sal. Los relleno (es una forma de decir, porque los sirvo abiertos) con palta, huevo, eneldo y verdeo. Los desayunamos con mi hermano, frente a frente con las computadoras al lado, como en los viejos tiempos. Por suerte, ya no trabajo en lo que no me interpela y lo que tipeo es esta newsletter.
Sigue nublado al mediodía, así que preparo unas falsas crab cakes con hongos Lion’s Mane. Para el mate, unas galletas veganas con manzana y nueces de pecan. Cuando el cielo abre, corro a Pines Park y presencio un desfile de perrites de todo tipo y tamaño. Les dueñes desconocen que en mi mente sus mascotas son sometidas a un certamen de belleza, donde ganan todos con un 10.
Por la noche es girl’s night con mi cuñada y Luisa, quien elige sushi como menú especial. Vamos a comprarlo al súper juntas, cada una en su bicicleta. No encontramos su variedad de roll preferida, con Philadelphia. Resuelvo terminarlo yo misma con una manga improvisada, que no es otra cosa que una bolsa Ziploc, rellena de queso crema. Le convence mi estrategia y se morfa todo. Vemos Elementos de Pixar, y me emociono inesperadamente:
"Embrace the light while it burns because it won't always last forever."
Jueves 12 de octubre, 2023
Me despierto antes de que el día aclare, aún víctima del jet lag. Apenas sale el sol noto que el cielo está despejado. Me pongo la malla abajo de la ropa para llevar a Luisa a la escuela. Al regresar, con mi hermano levantamos unos cafés en High Tide y unas viennoiseries de Moulin. Las disfrutamos sentados en la caseta del guardavidas, con las piernas colgando, hasta que la policía más amable que jamás haya conocido nos invita a retirarnos. “Sorry guys, unfortunately you can’t be here”, nos explican con una sonrisa. Nos bajamos sin chistar; al fin y al cabo, ya habíamos terminado de desayunar.
Más tarde me voy sola a otra playa a entrenar y leer. Si bien viví varios meses en esta ciudad en 2021, no recuerdo haberla disfrutado como en este momento. El paisaje acá siempre fue mágico, pero se ve que tenía bloqueado el cosito que permite apreciarlo. Luego cae mi hermano con el almuerzo y un postre tan glorioso como inesperado: banana con dulce de leche. Antes de volver a casa, pasamos por el puerto de San Clemente a comprar pescado fresco para la cena.
Después de presenciar la clase de ballet de Luisa, y lagrimar como la tía amante de la danza que soy, prendemos la parrilla. Mi hermano se encarga del salmón y yo de las guarniciones: batatas con miel y pimentón / lechugas con croutons caseros, parmesano y vinagreta de Dijón / remolachas dos colores, palta, durazno y eneldo. Todas son un éxito. Luisa limpia el plato y me explota el corazón de felicidad.
Viernes 13 de octubre, 2023
Pienso mucho cuando miro el mar. Me pierdo en el brillo iridiscente del sol sobre el océano Pacífico y la canción lenta que cantan las olas. Salen muchas ideas paras futuras newsletters, pero no es momento de profundizar en ellas. Tan solo las esbozo en el bloc de notas del teléfono y regreso la mirada al Océano Pacífico. De camino a casa me cruzo con dos bodas en espacios públicos. Es fácil comprender por qué eligen casarse al aire libre: aquí la vista arrebata de emociones al más gélido. Sonrío inesperadamente al presenciar que dos humanes (en realidad, cuatro) confirman su amor en público. Me emociona que siga importando, o que algunes lo sigan eligiendo quizá cuando ya no se presenta como mandato.
Después de una ducha obligada porque la brisa marina me dejó el pelo como un espantapájaros, procedo a la coproducción que será la cena, Fernet en mano. La minuciosidad con la que mi hermano encara los Pizza Fridays me confirma que fuimos cortados por la misma tijera, es decir, maternados por la misma mujer que concebía la mesa como punto neurálgico de conexión y expresión del amor. No creo que él se de cuenta de su método preciso, ni de los detalles que contempla y la mayoría pasa por alto. Prensa la mozzarella fresca entre papel de cocina para eliminar el exceso de agua y que la masa no se humedezca. Prende el horno con la piedra adentro varias horas antes de cocinar, para llevarlo a unos 500 grados Farenheit furiosos. Hoy le enseño a hacer un pesto en mortero para elevar su pizza un escalón más. Inmediatamente nota la diferencia en cremosidad y textura; desde ahora el pesto en esta casa se hará en mortero, porque este paso manual marca una gran diferencia.
Sabado 14 de octubre, 2023
La manera más obvia de disfrutar de California me resulta la mejor. Lo que más deseo hacer durante el fin de semana (cuando mi familia no tiene obligaciones) es ir la playa. Las palabras no le rinden justicia al paisaje de la costa del sur de California. ¿Viste esa sensación cuando sacás una foto de la Luna llena y sentís que no representa la belleza que tenés ante tus ojos? Me pasa algo así, pero todo el tiempo. Aquello que toca el sol parece salido de un cuadro.
En cuanto a la comida, ese tema que siempre me preocupa y ocupa, resolvemos preparar un linner: mezcla entre lunch y dinner. Cargamos el Jeep y conducimos a Doheny Beach. Conseguimos una mesa en la arena y disponemos nuestro set up de camping playero. Mientras mi hermano enciende el fuego, procedo a descarozar una bolsa de dátiles Medjool y rellenarlos con ricotta y ajo asado. Luego los envuelvo en panceta y atravieso con un palillo. Para las ribs de choclo ya traje todo casi finiquitado: los marlos cortados y hervidos, y una manteca especiada para pintarlos al final cuando salgan quemaditos de la parrilla. La pièce de résistance es un sándwich enorme de lomo a la parrilla, chimichurri, cebollas caramelizadas, rúcula y parmesano. En vista del pan elegido, mis comensales bautizan la creación como focaccia cake.
Domingo 15 de octubre, 2023
Confirmo que lo de expresar el amor mediante la comida es una herencia familiar. Se evidencia en las ampulosas coproducciones que armamos con mi hermano viernes y sábado. Hoy domingo queda más claro que nunca. En Argentina es el Día de la Madre y decidimos homenajear a la nuestra con una fuente de ñoquis, su plato insigne. Los amaso temprano, con ayuda de Luisa. Me dice, mientras desliza su mano derecha por la ñoquera, que siente que la Abuela la acompaña en el movimiento del pulgar. No puedo más que sonreír ante la inminente comprensión de que ella también se comunica con Mamá mediante la cocina. La tradición familiar que di por obvia tantos años, cada vez se manifiesta con más singularidad.
El mismo día, recibo un comentario en mi IG de cocina donde me expresan la suerte que tuve de haber aprendido a desenvolverme en la cocina lúdicamente, desde que tengo uso de razón.
Algo se despierta adentro, aunque no sé nombrarlo bien aún.
Lunes 16 de octubre, 2023
Por la mañana me preparo un sándwich con varios de los ingredientes que quedaron del viernes de pizzas. Relleno un bagel everything con ricotta con menta y eneldo, mozzarella fior di latte, huevo cremosito y zucchinis marinados en limón.
Escribo mucho en mi nueva oficina: Pines Park. El atardecer plateado sobre el mar enciende la inspiración sin que me lo proponga. Tipeo furiosamente en el bloc de notas del celu porque, como todo creative sabe, las musas suelen bajar cuando menos lo esperas. Un proyecto que venía madurando en mi cerebro cae, como la manzana de Newton.
No es difícil concluir así que el ejercicio de la imaginación florece cuando dejo el espacio, cuando el corazón palpita de felicidad, cuando la belleza me impregna las córneas. Tomo la enseñanza para el futuro: cuando me sienta bloqueada, en vez de insistir en la solución, voy a mimarme. No siempre tendré a mano un telón de fondo como estas playas paradisíacas, pero he aprendido a encontrar estética en lugares menos cliché. O al menos ya no lo busco donde los influencers de las redes me dicen que está.
Por la noche, visitamos A’s Burger, institución hamburguesera californiana desde la década del 70. Nos vamos de mambo con los sides y, además de una hamburguesa cada uno, pedimos papas, aros de cebolla y bastones de zucchini. Todo es casero y fresco, pero al mismo tiempo desprende ese sabor a fast food americano que tenía ganas de llevarme en las papilas gustativas.
Martes 17 de octubre, 2023
Me levanto pensando que es el último día entero que nos toca juntos, es decir, la última noche que paso con mi familia en CA. Camino a Pines Park con la certeza de quien sabe lo que ese entorno puede despertar. Termino de darle forma a lo será un espacio privado para hablar de temas incómodos, dentro de esta comunidad. Lo comento por arriba en IG e inmediatamente me invade la certeza de estar transitando el camino correcto. No solo puedo unir mis pasiones, sino que debo hacerlo. Los japoneses lo llaman IKIGAI: esa conjunción cósmica entre pasión, vocación, misión y profesión.
Hoy juega Argentina así que la última cena transcurre en casa, en la mesa baja entre el sofá y el televisor. Armo un banquete colorido y vegetariano. Al ver semejante despliegue, mi sobrina exclama “¡Guau!” efusivamente. Pienso instantáneamente que nada me llena más el alma que generarle esa sensación. “Si siempre reacciona así, pienso cocinarle toda la vida”, le comento por lo bajo a mi hermano.
El festín podría llamarse pica-pica, como le dice mi prima Lou a sus tapeos. Para arrancar, un dip de calabaza asada y alubias, con sus correspondientes trocitos crocantes de magia por encima. Después, un par de ensaladas: clásica de papa, chaucha y tomate, con huevo cremoso y eneldo; y burrata con duraznos asados, miel, rúcula y piñones. A pedido de Luisa, amaso unas albóndigas con Impossible Meat y las gratino con salsa marinara y mozzarella.
Argentina le gana a Perú 2 a 0. Nos invade un ánimo celebratorio: por ganar, por estar juntos, por demostrarnos todo lo que nos queremos. Por seguir adelante.
Me acuesto con mariposas en la panza.
Al otro día saldré para Londres, por fin.
Es hora de volver a casa.
Amo leerte y quiero que me cocines cosas con eneldo porque no lo tengo incorporado al paladar.
"la Abuela la acompaña en el movimiento del pulgar", muero de amor